El PP vuelve a situarse por delante del PSOE en la estimación de resultado electoral después de una oleada —la del mes de septiembre— en la que los socialistas se habían situado por delante de los populares por primera vez desde las elecciones de 2011. Si ahora hubiera elecciones, el PP lograría el 34.1 % de los votos frente al 29 % que obtendría el PSOE. Los populares siguen lejos del resultado logrado en los comicios de hace dos años —al contrario que los socialistas que, aunque por poco, lograrían mejorar el suyo— pero parecen haber frenado el desgaste provocado por que su gestión del caso Bárcenas.
De hecho, el asunto del extesorero parece seguir marcando el ritmo electoral: cuando se hace presente en los medios y se constituye el foco de la agenda política —como viene ocurriendo prácticamente desde principio de año—, el PP pierde apoyos electorales; cuando pasa a un segundo plano político y mediático —como en cierta medida ha ocurrido durante este último mes—, los populares recuperan fuelle. El mayor protagonismo del caso Bárcenas tiene lugar porque la crisis económica —el otro factor que altera el caudal electoral de los populares— parece estancada: no mejora (de hecho, la abrumadora mayoría de los ciudadanos —93 %— sigue pensando que la situación actual de la economía es mala) pero tampoco empeora. Esto último es lo que perciben los ciudadanos, la mayoría de los cuales —convencidos de que la recuperación va a ser lenta— sigue pensando que la crisis económica en nuestro país ya ha tocado fondo (57 %) y que en los próximos meses la economía va a mantenerse igual que ahora (48 %) o que va, incluso, a mejorar (21 %).
En todo caso, el resultado estimado en esta oleada para el PP supondría —de confirmarse— su peor porcentaje de las últimas seis elecciones generales (habría que remontarse a las de 1989 en las que se situaron por debajo del 30% de los votos válidos). Hay que tener en cuenta que tanto Rajoy como el Gobierno en su conjunto mantiene unamala imagen ciudadana: un 75 % desaprueba la labor del Presidente, un 85 % no confía en él, un 70 % considera que el Ejecutivo improvisa sobre la marcha y todos los ministros del actual gabinete obtienen un saldo negativo en la evaluación ciudadana a su gestión (son más los españoles que la desaprueban que quienes la aprueban), siendo los peor evaluados la ministra de Sanidad, Ana Mato (-56 puntos), y el ministro de Educación,José Ignacio Wert (-63 puntos). Ambos son los únicos con un balance negativo también entre los votantes del PP.
En el ámbito más directamente relacionado con la economía, además, tres de cada cuatro españoles (74 %) piensan que el paro no va a bajar y un 51 % considera que los Presupuestos Generales del Estado presentados por el Gobierno la semana pasada van a provocar un empeoramiento de la situación económica de España. No obstante, los populares cuentan con la ventaja de que su más directo competidor sigue sin representar una alternativa mejor para los ciudadanos. Tres de cada cuatro españoles (75 %) piensan que España se encontraría ahora en una situación igual o peor que la que ahora está si fuera el PSOE —con Rubalcaba como Presidente— el que gobernara en España. Y lo que es peor para los socialistas: esto mismo lo piensa un 56 % de su electorado. La losa de la gestión económica del último gobierno de Zapatero sigue aplastando las posibilidades de recuperación de este partido: cuando apenas quedan dos meses para que se cumplan dos años de la victoria del PP en las últimas elecciones generales todavía un 70 % de los ciudadanos (y un 47 % de los votantes socialistas) siguen culpabilizando en mayor o menor medida al Gobierno de Rodríguez Zapatero de la mala situación económica que hoy atraviesa nuestro país. Son seis puntos más de quienes señalan como responsable en alguna medida al actual gobierno de los populares (64 %: un 25 % que cree que la culpa es solo del Gobierno de Rajoy más otro 39 % que cree que es compartida con el Gobierno Zapatero).La negra nube de la herencia recibida sigue encima de la actual dirigencia del PSOE, probablemente porque su actual líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, no ha sabido o no ha podido desvincularse —por lo menos a ojos de los ciudadanos— de la gestión llevada a cabo en la etapa anterior: un 84 % desaprueba su labor opositora (un 74 % entre el electorado socialista) y un 94 % (un 83 % entre los votantes del PSOE) no confía en él.
El desapego electoral hacia los dos grandes partidos junto con la menor participación electoral que se produciría en unas hipotéticas elecciones generales (estimada en un 62 %, casi 10 puntos inferior a la que se dio en los pasados comicios) favorecería el crecimiento de las otras dos formaciones de ámbito nacional. IU lograría el 11.5 % de los votos válidos y UPyD —con un 9.1 %— casi duplicaría su actual resultado. La labor opositora de sus respectivos líderes es aprobada por la mayoría de sus actuales votantes: un 55 % en el caso de Cayo Lara y un 64 % en el de Rosa Díez.
INTENCIÓN DIRECTA DE VOTO
La intención directa de voto equivale a la voz de la calle. Es lo que los españoles responden de forma directa y espontánea cuando se les pregunta por su comportamiento electoral más probable. Es un dato clave para captar el estado de opinión predominante, pero debe ser interpretado con cautela pues no siempre refleja todo lo que los electores piensan, sino sólo lo que deciden revelar al ser preguntados. Distintos factores de coacción ambiental hacen que la verbalización de las distintas opciones ideológicas (su probabilidad de ser expresadas de forma espontánea y natural) no sea siempre la misma. La intención directa de voto (UDV) es, así, sometida a una serie de procesos de ajuste (a partir, fundamentalmente, del recuerdo de voto, de la fidelidad de voto, de la tasa de participación estimada, de la valoración por cada grupo de votantes de la gestión de cada partido y de sus líderes y de otros datos complementarios proporcionados por el sondeo sobre el estado de ánimo general de las personas entrevistadas) que permitan estimar cuál es, en esas circunstancias, el resultado más probablemente esperable. Obviamente, a partir de una misma IDV sería posible, utilizando otros criterios analíticos e interpretativos, obtener estimaciones de resultado electoral no necesariamente coincidentes con la que aquí se ofrece. La estimación de voto probable, por tanto, no es ya un dato directamente conseguido de la ciudadanía, sino una interpretación de sus declaraciones realizada a partir de unos supuestos determinados (lo que se conoce como “cocina electoral”). Aunque con frecuencia, por un uso descuidado, se confunda intención directa de voto y voto probable estimado, en realidad son cosas distintas. Una intención directa de voto muy elevada puede terminar, tras ser procesada, en una estimación de voto probable más reducida, o a la inversa. La IDV se compara con el resultado real que cada partido obtuvo sobre el Censo de españoles residentes (CER). Por su parte, los datos de voto estimado se comparan con el resultado real de cada partido sobre el total de votos válidos.
En esta oleada del Clima Social correspondiente al mes de octubre de 2013 la intención directa de voto es la siguiente:
NOTA METODOLÓGICA: MOVILIZADOS/MOVILIZABLES, DESCRIPCIÓN/INTERPRETACIÓN
José Juan Toharia /José Pablo Ferrándiz
(Presidente y vicepresidente, respectivamente, de Metroscopia)
Una cosa es lo que, políticamente, los españoles piensan y dicen ahora y otra lo que resulta más probable que, ante una cita electoral real y no solo imaginaria, acaben finalmente haciendo. Sabemos bien lo que ahora piensan y dicen, pues ha quedado recogido, mes a mes, en el Barómetro de Clima Social Metroscopia/El País, y cabe resumirlo como una profunda decepción con nuestra vida política y, sobre todo, con los dos principales partidos sobre los que esta pivota.
Lo que ante una cita electoral real la ciudadanía pueda acabar realmente haciendo es ya más difícil de determinar con razonable fiabilidad. El Barómetro de Clima Social ha optado en estos meses pasados por limitarse a describir el estado de ánimo ciudadano recurriendo al artificio de expresarlo en forma de los hipotéticos alineamientos electorales a que daría lugar un determinado nivel de movilización electoral y, por tanto, de participación (en torno al 52%, en las últimas oleadas). Por supuesto, y como se explicitaba claramente en cada ocasión, tales estimaciones de voto no solo debían ser entendidas simplemente como lo que eran (es decir, como un intento de “traducción” en terminología electoral del clima de opinión predominante), sino que, además, estaban en relación directa con el concreto porcentaje de participación estimado. Una variación del mismo las invalidaría en gran medida, pues de cara al resultado electoral previsible no es, obviamente, lo mismo que vote el 52%, o el 65% o el 72% del electorado. Los dos partidos que ahora cuentan con un mayor número de votantes desmovilizados (pero, probablemente y al menos en parte, todavía movilizables) son el PP y, en alguna menor medida, el PSOE: cualquier mejora en la muy baja movilización electoral de la ciudadanía que ahora reflejan los sondeos no puede sino redundar fundamentalmente en beneficio de estas dos formaciones.
El curso político que ahora comienza desembocará, en mayo de 2014, en unas elecciones europeas ya convocadas. Esto, por sí solo, abre un tiempo político nuevo en el que adquiere ya pleno sentido el intento de utilizar las intenciones de voto declaradas por los ciudadanos no solo para describir su estado del ánimo general, sino también y sobre todo para tratar de interpretar lo que este podría significar para la activación y cristalización efectiva de opciones y alineamientos electorales. Se trata, sencillamente, de pasar ahora de la descripción de lo que hay a la estimación de lo que puede acabar habiendo. Y eso es lo en esta nueva etapa se propone hacer este Barómetro de Clima Social. En el Blog de Metroscopia, disponible en la edición digital de este diario, se podrán encontrar, tras cada oleada mensual, las precisiones metodológicas y las ampliaciones analíticas que las lógicas limitaciones de espacio impiden desarrollar en la edición impresa.